La MLS junto a los grandes

Ver el nombre de la MLS junto a los monstruos sagrados del deporte en Estados Unidos entre los titulares de la prensa nacional llama poderosamente la atención.


Sólo que apenas uno hurga en esa canasta donde nos colocan a todos los deportes, el béisbol, el básquetbol, el 'rugby', como yo entiendo que debería llamarse al juego ese del ovoide, el hockey sobre hielo y todas esas otras enormes industrias sin chimeneas, se concluye que no debemos celebrar el dudoso honor de aparecer en tan cuestionable compañía.
Porque se trata de una investigación, de una fiscalización que el brazo legislativo del gobierno federal realiza sobre la escandalosa y creciente incidencia de las substancias prohibidas entre casi todos los atletas profesionales.
Indudablemente, es un problema que ha estallado en crisis y sobre el que se deben encontrar soluciones drásticas y a la brevedad posible, sin descartarse la intromisión directa del gobierno para establecer métodos de vigilancia y extirpar ese cáncer del deporte.
Pero hay de casos a casos. Porque quienes queremos y vivimos dentro del fútbol no podemos menos que sentirnos de lo peor cuando nos enteramos de algún jugador que se apoya en el artificio de lo prohibido para intentar superar al enemigo, para intentar ingresar al exclusivo cubículo del éxito por la puerta equivocada.
Son extremos deplorables, denigrantes para el deporte, aunque también se debe ser preciso en cuanto a la verdadera incidencia del problema dentro de uno de las actividades físicas verdaderamente universales, porque se practica en el mundo entero, como lo es el balompié.
La presencia de substancias externas entre los futbolistas no es tan generalizada como en otros deportes, pero eso no impide que el fútbol en general, y en el caso que nos ocupa, aplique los criterios más severos para atacar el problema.
La FIFA, el máximo organismo rector del fútbol, tiene en sus propios reglamentos mecanismos de control encaminados a la erradicación del problema, aunque se mantiene al margen de la agencia anti-drogas internacional por la que se rige el movimiento olímpico, una de las más severas en la materia, pues contempla suspensiones automáticas de dos años para atletas que violan los códigos sobre estimulantes y substancias prohibidas.
Personalmente, apoyo esa drástica sanción y sería ideal que todas las asociaciones que regulan la práctica del deporte, ya sea profesional o amateur, utilizaran el mismo criterio.
A grandes males, grandes remedios, ya que la situación ha alcanzado dimensiones tales que se hace necesario obrar con mano dura contra los tramposos.
Porque ahora resulta que esos seudo-atletas super-esteroidizados, ahora quieren ingresar a los libros de récords del deporte, cuando en realidad cada uno de sus logros se debería medir y cuantificar en proporción directa a la cantidad de anabolizantes y toda clase de compuestos que injieren y no por sus méritos, habilidad, fuerza o destreza técnica.
El más alto, el más fuerte, el más rápido es un lema que pasó de moda para dar paso al más tramposo, el más esteroidizado, el más mentiroso.
Y todos esos atletas de la química tienen aliados incondicionales en la desvergüenza de los sindicatos y agrupaciones de jugadores que defienden en las mesas de negociaciones lo indefendible.
Porque la ética, la decencia, la limpieza, la moral, la dignidad no se negocian.
Sin embargo, los contratos colectivos de los grandes deportes profesionales contemplan un regaño, una nalgadita, un simple pellizco para faltas que se repiten y en algunos casos, hasta se perdonan dos, tres, cuatro y hasta más reincidencias.
Este sistema corrompido y viciado del deporte tiene en la prensa a un cómplice incondicional, porque con lastimosa periodicidad leemos que tal o cual héroe de las multitudes fue descubierto consumiendo 'substancias prohibidas' y suspendido durante 10 dias.
Se trata tan a la ligera el tema, que pareciera que son dioses, a quienes no se les puede tocar, ya que cuando se habla de substancias prohibidas, el término es tan vago, que termina por convertirse en una cortina de humo solapadora, porque puede ser desde una cerveza hasta el más poderoso de los estupefacientes. Como para morirse de la risa.
Luego nos preguntamos cómo es que los sueldos de los atletas andan como andan en estos días y pareciera que la explicación está muy a la mano.
En fin, que el fútbol no está totalmente libre de culpa y no puede arrojar la primera piedra, pero que tampoco nos comparen con los otros, donde lo prohibido está a la órden del día.
Rigo Cervántez es un conocido periodista con más de 20 años de experiencia, trabajando con medios de renombre como Televisa y La Opinión. Hoy en día se desarrolla como comentarista en las transmisiones radiales de RadioVisa 830 AM en Los Ángeles de los partidos del Galaxy. Este artículo no fue sujeto a la aprobación de la Major League Soccer o sus clubes.