Un reloj de Arena

Es cierto que Bruce Arena es parte ya del nuevo inventario del fútbol neoyorquino y que su exitoso paso por la selección es solo el tiempo de un pretérito cercano que debe dejarle muchas satisfacciones a las largas y pensativas noches del director técnico, pero debe ser mortificante haberse ido así, sin la alegría marcada de los triunfos en presente y sin el rostro lleno de gol y de victorias. Arena se fue por la puerta del frente y dejando atrás una huella difícil de alcanzar no en los números y en los resultados, sino en la verdadera conducción del colectivo norteamericano.


¿Retraído o tímido? O las dos cosas, Arena siempre se manejó de la misma manera y jamás lo vimos descompuesto con la prensa o con la crítica a pesar de haberla sentido en el último tramo de su gestión al frente de la selección. Le cambió un poco el rostro en el partido frente a Italia del Mundial en Alemania en donde lo vimos quizá un poco sobre actuado después de la dura crítica que se le hizo por su frialdad en el banco "comiéndose las uñas" mientras su equipo caía estrepitosamente en el debut mundialista ante la República Checa. Quizá ese fue el comienzo del fin de Arena como técnico de Estados Unidos. El onceno norteamericano priorizó su preparación pensando en los checos y el cachetazo fue doloroso a la hora del pitazo final.


No le alcanzó el discurso a Arena para poder vencer a Ghana. Su retórica bastó para que ante Italia, Estados Unidos se mostrara como grande, pero allí fueron otras circunstancias las que dictaron el final del compromiso y con ellas el final de la "era Arena" frente a la selección. Sería injusto hacerle un juicio a este hombre que ha dedicado su vida al fútbol con tanta entrega y vehemencia dejando a donde ha ido la firma de un ganador. Su vida y su paso por el D.C. United no nos permiten mentir. El edificó la historia ganadora de ese club en la capital de los Estados Unidos y por ello apuesta ahora el equipo de la capital del mundo. Ojalá lo consiga.


A Nueva York han llegado todos y ninguno ha conseguido nada. Por apellidos no habría que quejarse porque a la ciudad de los rascacielos han ido nombres como Bora Milutinovic, Carlos Queiroz y hasta el mismísimo Parreira cuando aún tenía reputación ganadora luego del Mundial del 94. Matheus, Donadoni y hasta el sonadísimo Djorkaeff han llegado a Nueva York y nada. Por eso ahora es tiempo de Arena y estoy seguro que esa maquinita "come-técnicos" se va a convertir en ganadora en poco tiempo.


Arena es hombre de trabajo y tiene muy definido su estilo y su fútbol. Es polivalente en el manejo de los sistemas y sus equipos son tradicionalmente sólidos en el fondo y con muy buenos ataques. Su punto débil podría verse de pronto en la zona media ya que su característica muy inglesa de ver el fútbol le enseñó desde sus orígenes a mirar los partidos con una excesiva verticalidad en donde a veces se obvia el medio sector en aras de la sorpresa. Sus oncenos no son de pausas y deja la sensación que sus equipos jamás se cansan de correr. Es el fútbol moderno, un poco más europeo y que se aleja a veces del gusto suramericano del "caño" y de la pausa.


Pero Nueva York requiere eso. Un técnico que juegue como vive la ciudad, que palpite a la velocidad de la ciudad y que gane como quiere la ciudad. Suerte Bruce. Usted se la merece. Su historia le permite al cronista darse la libertad hoy de mandarle con respeto una frase de aliento.


Ricardo Mayorga, ha sido comentarista por doce años de Telemundo, Univision y Telefutura en Estados Unidos además de periodista sindicado de radio y columnista de periódicos como Triunfo en Atlanta, El Tiempo Latino de Washington y HOY en Nueva York, Chicago y Los Ángeles y colabora con sus artículos en MLSnet.com. Este artículo no fue sujeto a la aprobación de la Major League Soccer o sus clubes.