Italia se olvida de su <i>catenaccio</i>

Alessandro Del Piero

Hace un par de meses cuando nos preguntábamos sobre los favoritismos de cara al Mundial de Alemania en automático contestábamos con dos equipos que parecían intocables como Brasil y Alemania sabedores en ese momento del gran momento de los suramericanos desde las individualidades en sus respectivos clubes y de la obvia condición de un local fortalecido por los últimos resultados de ese entonces. Hoy la película tiene un desenlace diferente producto de este examen final que han rendido a lo largo de un mes las 32 selecciones que llegaron al Mundial.


Y no es que el cronista pretenda torcer la afirmación de ese momento y querer ahora justificar ante los resultados un nuevo concepto entregado ante la certeza de unos nuevos números. No. El fútbol es así de eternamente ilógico y desde su agazapada trinchera se ríe de nosotros como si siempre hubiese sabido el desenlace de la historia. El último partido del Mundial lo juegan dos equipos que llegaron cuestionados por diferentes razones y solo nos queda la certidumbre de vivirlo a sabiendas que el Mundial nos dejó una seria lección para el futuro. No se pueden aventurar pronósticos y aunque siempre llegan los mismos vestidos de historia y de títulos, casi siempre nos engañan los que presumiblemente llegaban mejores.


Brasil nunca llegó a enamorarnos y se fue debiéndonos en lo colectivo y también en lo individual producto de un planteamiento amarrete que "castró" el talento de los dotados con el pretexto del colectivo. Al final ni lo uno ni lo otro. Argentina mereció más de lo que obtuvo, pero igual, a pesar de su excelente juego en el fútbol los goles no solo se merecen sino que se hacen y al final le faltó uno de esos goles para liquidar su duelo ante los de casa. Alemania dejó todo en la cancha, pero esta vez su inquebrantable manera de ser en lo futbolístico producto de su propia e incansable cultura no le alcanzó para vencer a una Italia que merece reflexión aparte por lo realizado en territorio teutón. El onceno de Lippi fue un pecador empedernido del catenaccio y los azurri se la jugaron de frente intentado disfrazar su historia para no despertar sospechas en las filas adversarias. Menos mal. Porque a esta hora fueron los únicos que demostraron que se pueden camuflar en su pretérito y hasta en sus escándalos para sorprender con argumentos sólidos desde lo futbolístico.


Italia mereció lo que logró porque lo trabajó y fue fiel a ello cambiando el candado por la presión y jugando mucho más adelante de lo tradicional en su fútbol. ¿Cuál catenaccio? Si Totti, Gillardino, Toni, Iaquinta y hasta Del Piero corrieron por las áreas rivales en los últimos minutos de cada partido dando golpes de autoridad cuando los rivales parecía que entregaban su última gota de aliento. Ha sido una Italia moderna en su fútbol la que juega este Mundial lejos del libreto tradicional, pero sin renegar de su estilo aguerrido cuando tiene que recurrir a el por resultados. Y no es que el cronista se quiera acomodar con los resultados puestos, es que Italia fue la que cambio para bien y ante ello no podemos sustraernos.


Francia ha sido un poco de lo mismo. ¿Viejitos? ¿Para qué o para quiénes? Casi descartados por la edad y a ello sumémosle su interna manifiesta desde apellidos como Coupet o Trezeguet, los que jugaron se encargaron de ofrecer con el paso de los partidos una versión "madura" y por pasajes mejorada de la Francia del 98. Ocho años más no solo de edad sino de experiencia le enseñaron al equipo de Doménech como administrar los tiempos y de paso el oxígeno con el que despidieron a Brasil en un baile memorable que difícilmente olvidaran los verde-amarillos.


Por ello el fútbol es lindo y una final inédita entre dos europeos como Francia e Italia se encargará de cerrar el Mundial del 2006. Un Mundial de pocos atrevimientos desde la zona de octavos en donde el cero y los alargues marcaron una tendencia casi miedosa a no cometer errores y jugar al no perder, pero que al final nos deja claros que los que saben, no juegan el Mundial sino simplemente lo ganan.


Ricardo Mayorga, ha sido comentarista por doce años de Telemundo, Univision y Telefutura en Estados Unidos además de periodista sindicado de radio y columnista de periódicos como Triunfo en Atlanta, El Tiempo Latino de Washington y HOY en Nueva York, Chicago y Los Ángeles y colabora con sus artículos en MLSnet.com. Este artículo no fue sujeto a la aprobación de la Major League Soccer o sus clubes.