Un encuentro sin posibilidad de victoria

El fútbol en los Estados Unidos ha alcanzado una dimensión tal que sus conflictos internos se convierten en verdaderos cataclismos capaces de sacudir al deporte en toda su estructura.


El desencuentro de la federación nacional y los jugadores seleccionados, integrados en una sociedad, no sólo tiene en jaque al técnico Bruce Arena, sino que el impase amenaza con desencadenar una serie de repercusiones de un alcance tan grande como el hongo de una bomba atómica.
Porque si bien la disputa es de orden económico, las implicaciones que se desprenden del conflicto van mucho más allá del balance de los dólares y los centavos, del debe y el haber.
Porque, imaginemos por un momento que como consecuencia de la disputa se pierde la clasificación a la Copa Mundial. Más que la pérdida económica, que puede cuantificarse en equis cantidad de millones de dólares, para quienes poseen derechos de televisión, de mercadeo y contratos publicitarios, la pérdida futbolística es incalculable. Especialmente para un país donde el fútbol no es una de las disciplinas favoritas de las mayorías, donde cada conquista, cada paso al frente, cada grado de superación para el balompié, ha costado sangre, desvelos, sudor, esfuerzo y lágrimas.
El prestigio internacional, ganado a golpe de resultados en aquella Copa Mundial de 1950 con el triunfo sobre Inglaterra, el 1-0 a Brasil en la Copa de Oro o la incursión a los cuartos de final en Corea/Japón 2002 y hasta el aparentemente simple hecho de no perderse una participación mundialista desde aquel ya lejano Italia 90, quedaría de nuevo en cero.
Los proyectos a largo plazo para el fútbol del país, trazados, planeados y llevados a cabo con base en el esfuerzo y el sacrificio de ejércitos de voluntarios, de visionarios inversionistas, árbitros, técnicos, dirigentes y gente que ama verdaderamente el fútbol, quedarían truncados.
La propia Major League Soccer, que cumple su primera década, luchando por quedar plenamente establecida como una liga profesional a la altura de las otras que dominan el panorama deportivo del país, sufriría alguna mella en su prestigio y tal vez perdería credibilidad entre la afición, aunque nada tiene qué ver en el conflicto.
Y en la perspectiva del jugador, muchos de los que hasta el momento aparecen como elementos dignos de la confianza del seleccionador nacional, como candidatos a ocupar una plaza en el plantel que acuda al Mundial de Alemania, dando por descontado que se lograría uno de los boletos asignados a la CONCACAF, de mantenerse la situación actual, se perderían quizá su última o la única oportunidad de jugar en una Copa Mundial.
Resulta también incómoda la perspectiva para quienes en éste momento son llamados por Bruce Arena para integrar lo que podría considerarse como una selección alternativa de cara al primer compromiso frente a Trinidad y Tobago, el próximo 9 de febrero. Acudir a vestir los colores de la selección nacional, puede ser considerada como una obligación similar al llamado de la patria para servir en el frente de batalla.
Al mismo tiempo, hay un compromiso moral con los colegas, con los compañeros de profesión que luchan por lo que ellos consideran son sus derechos, el derecho a una remuneración mayor.
Luego viene el tema de fondo: ¿Es en realidad justa la demanda de los jugadores?. Porque observando en detalle la situación, nos encontramos con que en ningún país del mundo, los seleccionados juegan bajo contrato con su selección nacional. Sus sueldos son cubiertos por los clubes y por su participación con la selección reciben bonificaciones denominadas 'primas', cuyo monto aumenta con el grado de dificultad de la competencia.
Por ello resulta cuestionable el hecho de que no sólo los seleccionados estadounidenses se constituyan en asociación, sino que también reclamen un jugoso contrato colectivo, cuando ya existe una liga profesional y clubes que pagan sus sueldos. Tal práctica se entendía y se justificaba cuando no existía la MLS.
Sin embargo, todo esto tiene lugar en un país donde -y porque- el fútbol no se juega como en el resto del mundo. Ni dentro, ni fuera de la cancha. De cualquier forma, sea cual fuere al que le asista la razón, es de desearse que pronto se ponga fin a la situación, porque siempre es preferible un mal acuerdo, que un buen pleito.
Rigo Cervantez es un conocido periodista con más de 20 años de experiencia, trabajando con medios de renombre como Televisa y La Opinión. Hoy en día se desarrolla como comentarista en las transmisiones radiales de RadioVisa 830 AM en Los Ángeles de los partidos del Los Ángeles Galaxy. Este artículo no fue sujeto a la aprobación de la Major League Soccer o sus clubes.