Adiós a dos arqueros

Comencemos por reconocer que quizá la posición más ingrata en el fútbol es la de arquero. A él no se le permite el error, porque cuando llega casi siempre se convierte en gol, pero también tendríamos que aceptar que hay partidos o torneos en donde el arquero es la pieza fundamental de una sólida estructura defensiva que corrige y salva los errores de un colectivo que hoy por hoy no debería defenderse con el meta dadas las circunstancias en las que se juega el fútbol moderno tratando de defenderse lo más lejos posible del arco.


El arquero parece ser un solitario líder capaz de resolver en el fondo lo que su cuadro bajo no pudo manejar en muchos pasajes del partido y por ello hoy más que nunca tenemos que evocar los nombres de dos que se fueron del fútbol activo y que a pesar de sus diferencias nos heredaron estilos y emblemas que difícilmente el fútbol del continente podrá olvidar en mucho tiempo.


Se fue José Luis Chilavert jugando su partido de despedida en la cancha de Vélez en donde triunfó tantas veces y con la camisa que logró su más alto punto de grandeza futbolística. En Buenos Aires y un poco distante de su Luque natal en Paraguay, Chilavert le dijo adiós al fútbol luego de unos últimos años en donde la crítica y su biotipo atentaron contra la imagen de invencible que forjó siempre vestido con su buldog en el suéter de arquero. Fue el mejor de América y también el mejor del mundo en su momento. Corría la mitad de la década de los noventa y su enorme imagen daba la vuelta al mundo no solo por buen atajador, sino por controvertido, hablador y hasta por goleador.


Fue moderno como arquero, líder y caudillo desde el arco, héroe de batallas increíbles como aquella que al final perdió su equipo paraguayo ante Francia en el Mundial del 98, pero en la que el meta se erigió en figura central de su conjunto y al final el planeta lo vio llorar como un niño la derrota guaraní en aquella inolvidable cancha francesa. Héroe de Vélez con el que ganó cuatro títulos en la Argentina, héroe de la Libertadores y la Intercontinental del 94 también con el equipo que entonces dirigía el Mago Carlos Bianchi y con el que regresó al banco de técnicos en su despedida como arquero activo.


Sesenta y dos goles ratifican su mote de arquero goleador y primero en las estadísticas mundiales en un rol que puso de moda él con los arqueros. Se fue Chilavert, pero también se fue en la misma semana Jorge Campos otro referente de los arqueros con un estilo diferente, pero que también marco una época en el balompié mexicano.


Folclórico y bajo de estatura, Campos supo compensar sus centímetros con habilidad técnica y además siempre fue por su manera especial de ser un carismático consumado al que le perdonaron sus errores. Colorido en su vida como en su manera de vestir llamativas camisas que intentaron ser moda. Campos fue una de las figuras de aquella selección azteca que se paseó triunfadora en su debut por la Copa América de Ecuador 93 solo cediendo la corona en la final ante la poderosa Argentina que dirigía Basile. Campos en Pumas, Campos en Tigres, Campos en Cruz Azul, Campos en el Galaxy y Campos en selección redondeando una carrera que por ahora lo matrícula en la instrucción de las nuevas generaciones del pórtico mexicano.


Algo en común tuvieron estos dos arqueros que en menos de ocho días le dijeron adiós al fútbol y es que ambos eran goleadores. Defendían su pórtico con el mismo ahínco con el que querían atacar el arco de enfrente. Los números, en este caso específico, no mienten: entre los dos anotaron 104 goles. Sesenta y dos de Chilavert y 40 de Campos. Solo queda jugando quizá sus últimos cartuchos el último grande de los arqueros de América: René Higuita. Otro folclórico y otro goleador que sumó 41 tantos a su estadística como meta anotador.


Se fueron dos que marcaron una época y de paso nos dejan llenos de preguntas y sin muchas respuestas. Quizá habría que darle una sana revisión al continente que sin Campos, sin Chilavert y muy pronto sin Higuita empezará a preguntarse por un gran arquero en América. Los grandes en actividad son europeos, pero ojo porque parece que la cosecha de arqueros como la de los vinos se siembra ahora en Norteamérica. O acaso Estados Unidos no pasó en los diez últimos años a ser el primer exportador de arqueros para la Premier Liegue en Inglaterra?


Lo paradójico de todo esto es que el clímax del fútbol es el grito de gol, pero ese es curiosamente el peor castigo para un arquero.


Ricardo Mayorga es el primer comentarista de las cadenas Univision y Telefutura en Estados Unidos además de periodista sindicado de radio y columnista de periódicos como Triunfo en Atlanta, El Tiempo Latino de Washington y HOY en Nueva York, Chicago y Los Angeles.